quarta-feira

De lo ajeno también se vive

Iba camino al trabajo en un día que no terminaba de decidirse si quería llover, entre húmedo y fresco de a ratos; por el andén y en un rincón a lo lejos, tres personas en un cierto aire íntimo desparramado a la intemperie.

Cierto aire, íntimo, desparramado a la intemperie.

Desparramado, despreocupado ¿abandonado y desbordado? Ya más cerca, uno estaba recostado en la pared de cara a las vías con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y la cabeza totalmente relajada sobre sí, ajeno al mundo. Ahí nomás y sobre ¿un colchón? una pareja. Él recostado contra la pared del refugio de los bancos de espera y ella pegada y montada sobre él. Vestido colorado muy por encima de las rodillas de flores blancas y botas tejanas. Le llamaron tanto la atención sus piernas que movía con el juego que da tener como único apoyo sólo un punto del taco, y a la vez el acelere de sus manos hurgando por debajo de la remera de él, sin distinguir si la levantaba más para encontrarse con el abdomen hombre o bien buscaba el principio del cierre del pantalón. Lo besaba, lo besaba, lo besaba y lo besaba de un lado, del otro, en la boca lo besaba y en el cuello lo besaba más. Quedó prendada de la belleza de estas piernas que creyó de lo más sensuales a pesar de lo poco cuidadas que se las veía, el viejo sudor pegado, sucias, ajadas supuso si se hubiese acercado más. Y ellos entregados en medio del olor a repetido meo humano mezclado con el también repetido pis de gato que tiene este andén con uso de vereda, lugar tan de paso, tan de “subo y bajo”. Ella era de lo más sexy que había visto en el último tiempo. Sexy. Con toda la decadencia que da parar en la calle y tenerla encima, comer de ella, pertenecer a ella. Su actitud visceral sobre este hombre (por cierto, mucho más joven porque cuando pudo despegarse de sus piernas y mirarle la cara a él, y mirarle la cara a ella, le sorprendió encontrarse con una mujer de piel curtida y arrugada con sucio rubio mal teñido y viejo).

Ella sobre este pendejo que envolvía la escena de un nivel de verdad y complicidad que ojalá, pensó, no los hubiese encontrado a la vera de un andén desolado en medio de bolsas, del rejunte de cosas indefinidas en un carrito de supermercado y uno de bebé tan cargado como el otro. Ojalá se hubiese encontrado cómodamente sentada en la butaca de un cine frente a la pantalla para disfrutar del goce que da el deseo. Que al ser genuino ya no importa que también sea ajeno (el goce).
(texto de uma grande amiga M.E. Woinilowicz)

Um comentário:

Anônimo disse...

Oi Bau!! O texto deve ser otimo!! Nao entendi quase nada por estar em espanhol, mas gostei, juro!
Bjos!!
Seu blog ta otimo, sua cara!!